Javier Gómez Elorz nos habla de su movilidad Erasmus en el ISIA de Roma

Roma es una ciudad increíble y cada día que pasaba más me encantaba. Al llegar solté las maletas y salí corriendo a la calle para andar hasta el centro de la ciudad. Desde entonces, cada día pasaba por el coliseo para ir a clase.

La escuela está situada en un edificio, al lado del Panteón. Los profesores y los alumnos fueron siempre amables y nos lo han puesto fácil. Al principio nos hablaban en inglés y había que insistir porque queríamos hablar en italiano. Con esta inmersión en la lengua hemos conseguido adquirir un sorprendente nivel en el idioma.

A pesar de que apariencia de la ciudad es caótica, el primer domingo que pasé allí me compré una bicicleta en el mercado de Porta Portese. Lo que me facilitó el moverme todos los días para ir a clase y por toda la ciudad.

También hemos hecho viajes organizados y por nuestra cuenta, estuvimos en el Véneto, en Bolonia y en Atenas.

En la Escuela me han salido bien las cosas, así como con la gente que he conocido, tanto italiana como española, que sé que me llevo para siempre.  También en la casa en la que he estado, todo me ha ido bien.

Y no paro de pensarlo, que en el Erasmus no se estudia, se aprende. Porque además de mejorar académicamente, me ha hecho madurar, ser de otra manera.  Te das cuenta de que tu vida es tuya, de que todo depende de ti y de tus decisiones, y que hay que vivir el momento.

Animo a todo el mundo que conozco a que, si tienen la oportunidad de vivir esta experiencia Erasmus, que no se lo piensen, aunque no estén muy seguros.  Creo que hay que hacerla.

Y como siempre, cuando te has adaptado, has conocido gente, sabes moverte por la ciudad sin google maps y te quieres quedar, entonces,  toca volver.  Supongo que es parte de la gracia de Erasmus, que se acaba, si no se llamaría realidad.

PD: la semana en la que nos volvimos, Roma cubierta de nieve fue la mejor de las despedidas. Marzo, 2018