Principios de siglo XX

Como se ha apuntado, la España de comienzos del siglo XX sufría las consecuencias de la crisis nacional que constituyó el desastre del 98. Una crisis que se inscribe dentro de la redistribución colonial internacional motivada por la expansión imperialista de las nuevas potencias que surgen con el cambio de siglo entre las que destaca Estados Unidos como la más pujante. La pérdida de los restos del viejo imperio de ultramar, Cuba, Puerto Rico y Filipinas, sumió al pueblo español en una profunda decepción. El desastre del 98, fue el único no aceptado de cuantos se produjeron en aquellos años entre las potencias en declive y provocó una crisis de identidad en un país que por entonces iniciaba una muy tímida revolución industrial. La pérdida de las colonias se vio agudizada por el aislamiento a que la economía del país parecía sometida desde los inicios del siglo XIX.

El cambio de siglo fue traumático. El efecto que esta crisis produjo entre políticos y pensadores derivó en una deseo de cambio y transformación del país que no siempre superó los límites del debate intelectual. El Regeneracionismo asociado a la generación del 98 se asentaba sobre ideas de general aceptación que tenían necesariamente que implicar un cambio en las formas y en los contenidos de la política, la economía y la vida social.

Madrid, la capital de aquel Imperio en decadencia, evidenció más que ninguna otra ciudad española esta crisis porque la presencia de la Corte y del Gobierno eran una de sus principales razones de ser. La necesidad de formar trabajadores para la industria emergente, hacía necesaria una nueva organización de las escuelas. Madrid por la presencia de la administración se convirtió en un ciudad muy condicionada por la capitalidad, que crecía de forma desordenada y mostraba un desarrollo económico algo desigual. Las escuelas, estructuradas en secciones, acogían una gran cantidad de alumnos en aulas y talleres para las especialidades más diversas. La red de centros dedicados a la enseñanza de las artes y los oficios, dirigidos de forma centralizada, pero estructurados en secciones tenía que crecer necesariamente.